La historia reciente nos debe haber enseñado algo a las nuevas generaciones y es que ninguno de los extremos ha mostrado ser la mejor elección, ni el estatismo planificador y proteccionista, ni el liberalismo fundamentalista que cree que el mercado lo soluciona todo. La realidad nacional e internacional ha revelado que con matices y gradualidades se digieren mejor las recetas. En estos días, cuando algunas voces se han levantado escandalizadas u horrorizadas por la “desubicada” propuesta presidencial de un Estado empresario, el tufillo de un liberalismo recalcitrante se vuelve a sentir en el ambiente.
Que el Estado intervenga en la economía haciendo empresa de por si no es malo. Es una herramienta más que tiene para hacer política económica, para estimular el desarrollo o corregir algunas fallas del mercado. Negarnos esa posibilidad, cuando países más desarrollados lo hacen, es ponernos zancadillas. Economías desarrolladas y en desarrollo lo hacen, inclusive las convierten en grandes transnacionales (TNC). Según el último informe de la UNCTAD sobre inversión mundial (World Investment Report 2011), en 2010 existían 650 TNCs controladas por el Estado, de las cuales 36 son de Dinamarca; 32 de Francia; 21 de Finlandia y 18 de Suecia, y en economías en desarrollo como Sudáfrica hay 54, en Malasia, 45 e India, 20, por no mencionar China y Rusia; todas ellas invirtiendo en sectores que van desde el financiero, transporte y comunicaciones, manufactura, energía, minerales e hidrocarburos, por citar algunos. Entonces no hay por qué horrorizarse, ni escandalizarse, no estamos locos.
Pero qué argumentos existen ante una empresa estatal: Los principales levantan la bandera de la ineficiencia, la falta de estímulos, la corrupción, el uso de recursos que podrían ir a programas sociales, etc. Argumentos válidos, pero no suficientes. Ineficiencia, corrupción y desperdicios de recursos también se da en el sector privado. El desarrollo económico, no se logra sólo con programas sociales, el estado debe velar por el desarrollo productivo, brindando estabilidad macroeconómica, un marco jurídico confiable, estímulos, etc. Pero también corrigiendo las fallas del mercado, pues el mercado también se equivoca. El estado debe tener la visión de largo plazo que le mercado muchas veces desdeña. Efectivamente hay un riesgo. Pero el Estado también debe tomar riesgos.
Ahora, no se trata de ingresar con el Estado a competir en cualquier sector, comprando salas de cine, como en el pasado, sino en sectores clave. Sectores como el energético, el de transporte, el de algunos recursos naturales como el gas. EL estado puede estimular con su presencia ciertos sectores en los cuales no hay desarrollo por falta de visión o de empresarios que quieran asumir los riesgos iniciales o contribuir a la competitividad de nuestras empresas proveyendo energía barata o llevándola ahí donde el mercado no quiere llegar. ¿Por qué entregamos nuestros recursos naturales para que sean explotados por empresas estatales extranjeras? (Chinalco, Dubai Ports World, Sonatrach, Petrobras, Ecopetrol, etc.)¿Es que ellos sí son eficientes administrando nuestros recursos y activos?
Se ha hablado, por ejemplo, de darle un rol más protagónico a Petroperú en su sector. Se quiere que participe en el proyecto del Gasoducto del Sur. Ello está muy bien. El gobierno brasileño controla el 40% de la Petrobras y por ello obtiene miles de millones de ingresos para financiar otros proyectos del estado. Noruega, de manera similar, mantiene el 67% de la empresa Statoil que le brinda un gran margen de ingresos para financiar un desarrollo más sostenible, que de otra manera se irían en ganancias de trasnacionales fuera del país. El sector energético es un sector estratégico en todo el mundo, pero nosotros aún no la vemos. Es por ello que en la actualidad la mayor parte de la actividad petrolera y gasista está en manos de compañías de propiedad estatal. Las compañías privadas posees menos del 10% de las reservas mundiales de petróleo. Las 13 primeras grandes empresas petroleras son estatales, entre las 25 primeras sólo aparecen 3 privadas: Exxon, BP y Shell[i].
Como lo han señalado los economistas Haussman (de reciente visita en CADE 2011) y Rodrick en diferentes artículos, lo que está en el corazón del desarrollo, no es sino el pasar de una economía primaria, basada en la explotación de recursos naturales y productos tradicionales, a una más diversificada y sofisticada. Es eso, como lo demuestra la evidencia empírica, lo que hace la diferencia entre una economía desarrollada y una en desarrollo. Y en esta tarea, el mercado no funciona, esta es una labor del Estado. No nos pongamos anteojeras, miremos con amplitud, posibilidades creativas que nos permitan cambiar la estructura de nuestro aparato productivo.
[i] Palazuelos, Enrique. “El petróleo y el gas en la geoestratégia mundial”.2008