Economía, Política e Ideas
sábado, 10 de marzo de 2012
domingo, 4 de diciembre de 2011
¿El retorno del Estado Desarrollista?
La historia reciente nos debe haber enseñado algo a las nuevas generaciones y es que ninguno de los extremos ha mostrado ser la mejor elección, ni el estatismo planificador y proteccionista, ni el liberalismo fundamentalista que cree que el mercado lo soluciona todo. La realidad nacional e internacional ha revelado que con matices y gradualidades se digieren mejor las recetas. En estos días, cuando algunas voces se han levantado escandalizadas u horrorizadas por la “desubicada” propuesta presidencial de un Estado empresario, el tufillo de un liberalismo recalcitrante se vuelve a sentir en el ambiente.
Que el Estado intervenga en la economía haciendo empresa de por si no es malo. Es una herramienta más que tiene para hacer política económica, para estimular el desarrollo o corregir algunas fallas del mercado. Negarnos esa posibilidad, cuando países más desarrollados lo hacen, es ponernos zancadillas. Economías desarrolladas y en desarrollo lo hacen, inclusive las convierten en grandes transnacionales (TNC). Según el último informe de la UNCTAD sobre inversión mundial (World Investment Report 2011), en 2010 existían 650 TNCs controladas por el Estado, de las cuales 36 son de Dinamarca; 32 de Francia; 21 de Finlandia y 18 de Suecia, y en economías en desarrollo como Sudáfrica hay 54, en Malasia, 45 e India, 20, por no mencionar China y Rusia; todas ellas invirtiendo en sectores que van desde el financiero, transporte y comunicaciones, manufactura, energía, minerales e hidrocarburos, por citar algunos. Entonces no hay por qué horrorizarse, ni escandalizarse, no estamos locos.
Pero qué argumentos existen ante una empresa estatal: Los principales levantan la bandera de la ineficiencia, la falta de estímulos, la corrupción, el uso de recursos que podrían ir a programas sociales, etc. Argumentos válidos, pero no suficientes. Ineficiencia, corrupción y desperdicios de recursos también se da en el sector privado. El desarrollo económico, no se logra sólo con programas sociales, el estado debe velar por el desarrollo productivo, brindando estabilidad macroeconómica, un marco jurídico confiable, estímulos, etc. Pero también corrigiendo las fallas del mercado, pues el mercado también se equivoca. El estado debe tener la visión de largo plazo que le mercado muchas veces desdeña. Efectivamente hay un riesgo. Pero el Estado también debe tomar riesgos.
Ahora, no se trata de ingresar con el Estado a competir en cualquier sector, comprando salas de cine, como en el pasado, sino en sectores clave. Sectores como el energético, el de transporte, el de algunos recursos naturales como el gas. EL estado puede estimular con su presencia ciertos sectores en los cuales no hay desarrollo por falta de visión o de empresarios que quieran asumir los riesgos iniciales o contribuir a la competitividad de nuestras empresas proveyendo energía barata o llevándola ahí donde el mercado no quiere llegar. ¿Por qué entregamos nuestros recursos naturales para que sean explotados por empresas estatales extranjeras? (Chinalco, Dubai Ports World, Sonatrach, Petrobras, Ecopetrol, etc.)¿Es que ellos sí son eficientes administrando nuestros recursos y activos?
Se ha hablado, por ejemplo, de darle un rol más protagónico a Petroperú en su sector. Se quiere que participe en el proyecto del Gasoducto del Sur. Ello está muy bien. El gobierno brasileño controla el 40% de la Petrobras y por ello obtiene miles de millones de ingresos para financiar otros proyectos del estado. Noruega, de manera similar, mantiene el 67% de la empresa Statoil que le brinda un gran margen de ingresos para financiar un desarrollo más sostenible, que de otra manera se irían en ganancias de trasnacionales fuera del país. El sector energético es un sector estratégico en todo el mundo, pero nosotros aún no la vemos. Es por ello que en la actualidad la mayor parte de la actividad petrolera y gasista está en manos de compañías de propiedad estatal. Las compañías privadas posees menos del 10% de las reservas mundiales de petróleo. Las 13 primeras grandes empresas petroleras son estatales, entre las 25 primeras sólo aparecen 3 privadas: Exxon, BP y Shell[i].
Como lo han señalado los economistas Haussman (de reciente visita en CADE 2011) y Rodrick en diferentes artículos, lo que está en el corazón del desarrollo, no es sino el pasar de una economía primaria, basada en la explotación de recursos naturales y productos tradicionales, a una más diversificada y sofisticada. Es eso, como lo demuestra la evidencia empírica, lo que hace la diferencia entre una economía desarrollada y una en desarrollo. Y en esta tarea, el mercado no funciona, esta es una labor del Estado. No nos pongamos anteojeras, miremos con amplitud, posibilidades creativas que nos permitan cambiar la estructura de nuestro aparato productivo.
[i] Palazuelos, Enrique. “El petróleo y el gas en la geoestratégia mundial”.2008
sábado, 9 de julio de 2011
Natural Resource Curse and the “Arab Spring”
The “Natural Resource curse” thesis, contrary to common sense, states that resource-rich countries experience less economic growth in the long run than those deprived of natural riches. Since Jeffrey Sachs and others economists documented this negative relationship in 1995, many empirical studies have been conducted to explain the paradox, and though mixed results have been found so far, what seems to be clear is that high dependency on natural resources is not a good platform for development.
Evidently natural resources have not been a curse for all countries, as several notable experiences contradict this thesis. Australia, with a per capita GDP close to US$ 40,000, is a country where primary exports account for almost 60% of its GDP, but nobody can deny its achieved socioeconomic development. Likewise, Norway after discovering oil in 1969 has become the fourth richest country in the world. Both Nations, according to the UN possess the highest Human Development Index, but to achieve this economic success they have certainly done more than simply extract and export their resources.
Source: FT
Where reality seems to confirm this thesis is in the Middle East, Africa, and Latin America. Jeffrey Sachs and Joseph Stiglitz published an interesting book (Escaping the Resource Curse, 2007) focused on oil-rich countries in which they documented the negative effect that this illness has on economic growth, as well as on political and social development. Natural resource abundance seems to corrode institutions, weaken democracy, corrupt governments, hinder education, and encourage social unrest and political instability.
Where reality seems to confirm this thesis is in the Middle East, Africa, and Latin America. Jeffrey Sachs and Joseph Stiglitz published an interesting book (Escaping the Resource Curse, 2007) focused on oil-rich countries in which they documented the negative effect that this illness has on economic growth, as well as on political and social development. Natural resource abundance seems to corrode institutions, weaken democracy, corrupt governments, hinder education, and encourage social unrest and political instability.
The truth is that due to resource abundance, governments have grown accustomed to the “easy rents”, which reduce incentives for reform and deprive them of developing more diversified production structures (“Dutch Disease”) with greater value-added and sophisticated export baskets. With few exceptions, most of the Arab countries have concentrated their trade structures on oil: the “Devil´s Excrement”, as dubbed by Moises Naim, accounts for 30% to 70% of their GDPs. This configuration has low spillover effects on other sectors and little potential to upgrade the economic structure. The export boom sector, on the other hand, is capital intensive, which means that it generates little employment. So, even though the economy appears to be on the rise, in most of those countries the vast majority of the population cannot feel the growth because the “trickle-down” mechanism does not work.
If we add to this worrying scenario the fact that most of these countries have made important strides in the improvement of social indicators, the situation becomes explosive. According to the 2010 Human Development report, among the ten countries that have made the greatest improvements in their Human Development Index, five are Arab (Oman, Saudi Arabia, Tunisia, Algeria, and Morocco).
The case of Tunisia sheds some instructive light on this fact. If we refer to South Korea as an economic miracle, Tunisia is a perfect example of a Human Development miracle. In 4 decades the life expectancy rose 20 years, from 54 in 1970 to 74 in 2010. Social policies in education and health had significant impacts, but empowering women seems to have played a major role. Tunisia raised the minimum age for marriage, revoked the colonial ban on importing contraceptives, instituted the first family planning program in Africa, legalized abortion, made polygamy illegal, and gave women the right to divorce as well as the right to vote in national elections.
But unfortunately in Tunisia, as in many other Arab countries, improvements in education and health show a weak positive correlation with economic growth. This is where the “Resource Curse” comes into play. This equation is at the core of the Arab Spring´s origin, and may also help to explain what is happening in other regions such as Latin America, where minerals, hydrocarbons, and other natural resources represent more than 50% of the region´s exports, and in extreme cases like Venezuela, Chile and Peru, more than 80% of the export total. So if the production structure of these countries is not transformed, the Arab Spring will remain an important 2011 event that changed the political face of the region, but not their destiny.
To conclude, as the economist Dani Rodrik has stated and history confirms, “Developing” is nothing more than moving away from a primary agricultural structure into a more diversified and sophisticated economy. How quickly a country accomplishes this endeavor explains its success.
viernes, 14 de enero de 2011
Lo importante no es cuánto, sino qué se produce.
El modelo chino de desarrollo, bautizado por el ex-editor de la revista Time, Joshua Cooper Ramo, como el “Consenso de Beijing”, que propone una estrategia de desarrollo alternativa al desprestigiado Consenso de Washington, está caracterizado por una mezcla de políticas económicas no convencionales que incluye un sistema de propiedad mixta, protección de derechos de propiedad y una fuerte intervención del Estado, además de un marco macroeconómico estable. Este modelo sigue impresionando a analistas políticos y económicos por sus bondades y resultados, con cifras astronómicas que han hecho del país asiático una potencia económica.
China este año superó a Japón como la segunda economía mundial en cuanto a producción y, según un reciente artículo de The EConomist[1], superará el PBI de los EE.UU. el año 2012, al menos en paridad de poder adquisitivo (PPP). Por otro lado, mantiene un nivel de reservas internacionales que es la envidia de cualquier país desarrollado (más de US$ 2.8 trillones), estrategia que, entre otras razones, ha provocado la sub-valuación del yuan, generando un serio desbalance comercial con su principal socio, EEUU, y la llamada “guerra de monedas” entre ambas potencias, a finales del año pasado.
Pero entre tantas cifras ciclópeas, un aspecto que debe destacarse, más que el volumen de sus exportaciones, es la naturaleza de las mismas. Efectivamente, China incrementó sus exportaciones de US$ 25 billones en 1984 a más de US$ 1,200 billones en la actualidad, lo que resulta de por sí impresionante, pero como ha señalado Dani Rodrik[2] lo más importante es observar el contenido de las mismas. China con un PBI per cápita inferior al de muchos países africanos, muestra una estructura productiva similar a la de un país desarrollado, con una canasta exportadora de productos sofisticados de alto contenido tecnológico.
Sin embargo, esta dimensión no puede ser explicada por la receta ortodoxa de las ventajas comparativas y libre mercado con su consecuente especialización. Tal como lo demuestra Rodrik, el éxito chino sólo puede ser entendido a través de su política industrial de promoción y protección de nuevos sectores intensivos en capital, privilegiado la inversión extranjera en sectores de mayor grado tecnológico, promoviendo los “joint ventures” con socios locales de manera que se produzca transferencia tecnológica, e incentivando el desarrollo de proveedores locales. Como se señala en un reciente artículo del New York Times[3], China también está decidida a impulsar su tecnología y no ser sólo un imitador. Por ello se ha propuesto, a través de su “Estrategia Nacional de Desarrollo de Patentes (2011-2020)” alcanzar los 2 millones de patentes al año, superando largamente a los EE.UU que registran 480 mil patentes al año.
Todo ello no es otra cosa que políticas industriales. La evidencia empírica demuestra que existe una correlación positiva entre las economías que muestran una estructura productiva diversificada y aquellas con altos niveles de ingreso per cápita. El último reporte de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (UNIDO) apunta en esa dirección y recomienda la implementación de políticas industriales no sólo como un mecanismo para acelerar el crecimiento económico sino también por su efectividad en la mejora de los indicadores sociales. Las naciones que muestran alta concentración de su estructura productiva y, sobre todo, en sectores primarios, como el caso peruano, no sólo muestran menor potencial de crecimiento, sino que son más vulnerables a los cambios en el contexto internacional.
Quizá las altas tasas de crecimiento de la producción y sobre todo de nuestras exportaciones, no nos permiten apreciar la imperiosa necesidad de realizar un cambio estructural de nuestro aparato productivo y en esto el Estado tiene un rol fundamental que jugar. Las estadísticas señalan que en 1965 la producción manufacturera en Latinoamérica y en el Este Asiático representaba 25% de su producción; en 1980 este porcentaje se elevó a 35% en el caso del Este Asiático, mientras que en América Latina se mantuvo en 25% en lla década de los 80´s. Lo más alarmante es que entre el 2000 y 2005 este nivel cayó al 18% de la producción total. Es decir, se ha producido en la región un proceso de desindustrialización y de mayor dependencia en la producción y exportación de recursos naturales. ¿Es ello bueno para nuestro país? ¿Qué alternativas tenemos?
Quizá hablar de políticas industriales pueda escarapelar el cuerpo a muchos, tal vez suene a herejía, pero no debería. Basta mirar la experiencia China o, sin muy lejos, la americana. Nuestro vecino del norte ha aplicado políticas industriales desde su nacimiento, como detalla el reciente libro de Fred Block “State of Innovation: The U.S. Government's Role in Technology Development” en donde se da cuenta de las políticas y programas del gobierno para impulsar la economía de ese país a lo largo de su historia.
Es necesario observar otras experiencias para entender que el libre mercado y las ventajas comparativas no son suficientes para explicar los desarrollos dinámicos de las naciones. Japón, la economía emblemática de las políticas industriales, Corea del Sur, India, Malasia, etc., han aplicado estas estrategias y lo siguen haciendo. Debemos volver a evaluar esta alternativa de desarrollo como lo vienen proponiendo algunos organismos internacionales y destacados economistas, ello podría darnos el gran salto hacia el desarrollo.
sábado, 27 de noviembre de 2010
VALS ELECTORAL
Parlamanías
Vals
Jorge Pérez
Serafina Quinteras
Vamos al Congreso a hacer firuletes,
una vida nueva vamos a empezar,
vamos a rajarnos hasta los juanetes,
no defraudaremos la fe popular.
Traemos mil planes de todo tamaño,
de todo calibre, de toda extensión,
gracias a “Mandrake”, en estos seis años,
vuelta de campana dará la nación.
Haremos casas de ochenta pisos,
ómnibus nuevos, ¡más de cien mil!
vendrán expertos en logogrifos,
y en el cultivo del perejil.
Las carreteras correrán solas,
buques y aviones en pelotón,
y las corvinas, sobre las olas,
nadarán fritas, con su limón.
Serán vitalicios todos los empleos,
con sueldo, propina, bonificación;
y se harán escuelas para analfabetos
que hayan terminado segunda instrucción.
Vacas y gallinas irán por las calles,
dando leche y huevos a más y mejor.
¡Abajo, problemas internacionales,
y a pan y manteles con el Ecuador!
lunes, 22 de noviembre de 2010
DE LOS MILAGROS ECONÓMICOS A LOS MILAGROS SOCIALES.
Si nos preguntáramos que países han mostrado mayor desarrollo de sus indicadores sociales desde el año 1970 a la fecha, quizá nuestra mente inmediatamente viaje a algunos de los países asiáticos, tal vez Corea del Sur, Taiwán o Singapur, quizá Malasia o China. Bueno, muchos quedaremos sorprendidos al saber que nos son los países asiáticos los que mejor desempeño han tenido en cuanto a desarrollo humano.
El reciente Reporte de la Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano, muestra que son países que usualmente no incluimos como los mejores ejemplos los que encabezan la lista. Entre los 10 primeros, 6 naciones musulmanas hacen la lista. ¿Tiene algo que ver la religión en esto? Aparentemente no. Países como Túnez, Indonesia, Argelia, Arabia Saudita, Omán y Marruecos se encuentran en los primeros lugares.
Los mejores desempeños en HDI, 1970–2010
Ranking | ||
1 | Omán | |
2 | China | |
3 | Nepal | |
4 | Indonesia | |
5 | Arabia Saudita | |
6 | Laos PDR | |
7 | Túnez | |
8 | Corea del Sur | |
9 | Argelia | |
10 | Marruecos |
Source: 2010 Human Development Report.
El indicador de desarrollo humano (HDI) incluye tres pilares: educación, salud y PBI per cápita.
El indicador de desarrollo humano (HDI) incluye tres pilares: educación, salud y PBI per cápita.
Como señalan Francisco R. Rodríguez y Emma Samman, dos de los autores del reporte, esta realidad nos demuestra claramente que crecimiento económico no significa necesariamente desarrollo social. No sólo eso, según su investigación, existe una correlación muy débil entre las dos variables y estadísticamente poco significativa, lo que en otras palabras significa que no se puede establecer una relación entre crecimiento económico y desarrollo. Creo que esto debe servir de alarma al modelo de crecimiento económico peruano.
Diversas evoluciones de las expectativas de vida
Otro elemento a destacar, es el hecho de que los países antes nombrados, no son ejemplos emblemáticos de modelos democráticos. Entonces salta la pregunta, la democracia necesariamente implica desarrollo. La dejo para la reflexión.
Un tercer y último elemento, es el hecho de que muchas de las políticas sociales que estos países han aplicado, también han sido aplicadas en otros países, lo que importa es cómo se aplican. Un ejemplo saltante es el de Túnez, país que de tener una expectativa de vida en 1970 de 54 años ha elevado dicho indicador a 74 años en sólo 4 décadas. Como el informe señala, el trabajo que se hizo para promover a la mujer resultó siendo muy efectivo, pues de legalizó el aborto, se hizo ilegal la poligamia, se promovieron los métodos anticonceptivos, se elevó la edad mínima legal para que una mujer pueda casarse, y le dio a la mujer el derecho a divorciarse y a votar. Todo ello tuvo un impacto importante en la mejora de los indicadores sociales en dicho país, al punto que Túnez muestra, en términos porcentuales, un ratio mayor, incluso que México y Hong Kong, en cuanto a participación de la mujer en la educación superior. Túnez comprendió bien el importante rol que juega la mujer, y sobre todo lo efectivo que resulta, en el desarrollo humano de su familia, de su sociedad y de su país. Pero hay que darle los elementos, la capacidades, hay que empoderarla (qué fea palabra) para que pueda cumplir eso rol.
domingo, 21 de noviembre de 2010
LO QUE PODEMOS APRENDER DEL MILAGRO COREANO.
Hoy que nos aproximamos a una nueva contienda electoral para elegir al gobernante que conducirá las riendas del país por los siguientes 5 años, conviene recordar y tomar en consideración la experiencia de desarrollo de otros países. La coreana es sumamente aleccionadora y nos puede dar nuevas luces, ahora que el modelo neoliberal de apertura internacional parece no funcionar como brújula que oriente el desarrollo.
A mediados de los 70´s, Corea del Sur decidió emprender una empresa cuyo escenario no sólo le era desconocido sino riesgoso. Hyundai, empresa dedicada hasta entonces a la construcción y producción de manufacturas, protegida y apoyada por el Estado, en 1976 sacó de su planta en Ulsan, su primer automóvil: el Pony. Una década después ya estaba tocando las puertas del exigente mercado americano, después de haber probado suerte en África, Asia y Sudamérica. En 1987 logro vender más de 300,000 unidades en Canadá, los EE.UU. y México, a pesar de su pobre tecnología y bajos estándares de calidad.
Hoy en día Corea del Sur vende más de 800,000 autos sólo a los EE.UU. y Hyundai es el quinto productor mundial en la cada vez más competitiva industria automotriz. Para coronar esta historia de éxito, debe decirse que en el año 2009, su modelo Génesis, que compite con los modelos de lujo de Lexus, Mercedes Benz o BMW, obtuvo el apreciado premio Auto del año en Norteamérica. Sin embargo, este meteórico camino no se dio sin sobresaltos, fracasos, pruebas y errores, hubo que transitar momentos de dudas, retrocesos y fracasos, pero lo más interesante es que el éxito no solamente fue logro de la actividad privada, fue el Estado quien señalo el rumbo e hizo la diferencia.
El río Cheonggyecheon en el centro de Seúl, antes y en la actualidad.
Durante el último medio siglo Corea ha crecido sorprendentemente, gracias a una estrategia de desarrollo que la sacó de ser una nación con un PBI per cápita similar al de Ghana (US$ 80 per cápita) en los 60’s, a la décimo cuarta economía del mundo con un PBI per cápita superior a los US$ 20,000 (Acaba de organizar, la semana pasada, la reunión del G-20).
Como muchos países latinoamericanos, Corea aplicó en los 60’s una política de industrialización por sustitución de importaciones, pero inmediatamente, a inicios de los 70´s, dio el salto a un modelo de crecimiento orientado a las exportaciones. El Estado jugó un rol clave, tomando el timón de la economía, aplicando políticas industriales y comerciales, y aunque no siempre tuvo éxito, errando en algunas políticas, ahora podemos apreciar el resultado neto: Corea es la octava economía mundial en volumen de exportaciones.
En la historia económica de Corea, la mano invisible del mercado jugó un rol menor, antes bien es la mano visible del Estado la que explica el éxito económico coreano, a través de sus planes económicos quinquenales y sobre todo con una visión de largo plazo, para lo cual el mercado parece ser miope.
Corea del Sur no exportó toda la vida autos, barcos, semiconductores o productos de alta tecnología. El modelo fue evolucionando, de manera que de exportar en los 60´s materias primas y productos de manufactura ligera (tungsteno, seda, pelucas, calamares, etc.), pasó a exportar en los 70´s textiles, y gracias a su política de desarrollo de la industria pesada y química, productos más elaborados como maquinarias y buques; llegando en los 80´s, gracias al impulso estatal, a productos electrónicos de alta tecnología, automóviles, y semiconductores. Esto nos muestra lo fundamental que resulta contar con un plan nacional de desarrollo económico, que nos saque de la inercia de seguir exportando materias primas para alimentar la industria de otras economías.
Una muestra de hasta qué punto las políticas públicas han determinado el discurrir del empresariado coreano es el Grupo SK, uno de los grandes conglomerados o chaeboles de ese país, con inversiones en el campo energético, las telecomunicaciones y la industria petro-química, sector este último impulsado inicialmente por el Estado, que se ha convertido en una de las empresas clave del desarrollo industrial coreano; y que demuestra como un país que no cuenta con una sola gota de petróleo en su territorio, ha convertido a los productos derivados del mismo (diesel, gas, aditivos, etc.) en su tercer producto de exportación, superior incluso a la venta de automóviles y autopartes.
Es cierto que este desarrollo se ha logrado con políticas difíciles de replicar en el contexto internacional actual, en donde los estados se encuentran en cierta forma atados de manos para emprender una participación activa en la economía, debido a compromisos contraídos con las instituciones económicas internacionales como el FMI, el Banco Mundial o la OMC, pero como lo ha señalado Dani Rodrik, en su reciente paso por Lima, existe un margen de maniobra para el liderazgo del Estado, de manera que se promueva la diversificación y el cambio de la estructura productiva del país.
En el Perú se ha reducido el rol del Estado en la economía a lo que los libros de texto y las recetas del FMI señalan para los países en desarrollo, dejando que el mercado doméstico e internacional, con su mano invisible, señale los sectores que debemos desarrollar, de acuerdo a nuestras “ventajas comparativas”, es decir materias primas. Ahí están los resultados, seguimos exportando materias primas, (el 75% de nuestras exportaciones) revisemos décadas pasadas y esta realidad no ha cambiado mucho. La teoría de David Ricardo, como lo señala brillantemente Ha-Joon Chang en su libro “¿Qué fue del buen samaritano?”, no nos sirve para comprender los desarrollos dinámicos como los emprendidos por Corea. Si un país quiere dejar de ser exportador primario debe dar un paso adicional, para eso está el Estado. No podemos delegar esa función a un plano secundario. No ha habido país que haya alcanzado el desarrollo sólo a través del libre comercio y la apertura despreocupada.
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